por Daniel Pipes
The Washington Times
3 de Enero de 2012
The Washington Times
3 de Enero de 2012
Este avance inusual es producto de una historia inusual.
El actual Sudán cobró forma en el siglo XIX cuando el Imperio Otomano controlaba sus regiones del norte y trató de conquistar las del sur. Los británicos, saliendo de la experiencia de El Cairo, fijaron las fronteras del estado moderno en 1898 y durante los 50 años siguientes gobernaron de forma independiente el norte musulmán y el sur cristiano-animista. En 1948, sin embargo, sucumbiendo a la presión del norte, los británicos fusionaron las dos administraciones en Jartoum bajo el control del norte, haciendo a los musulmanes los predominantes en Sudán y el árabe su idioma oficial.
Charles Jacobs recibe el Boston Freedom Award en el año 2000 de manos de Coretta Scott King "por sus esfuerzos abolicionistas".
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John Eibner se encuentra con Silva Kiir en el año 2006 en París.
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Una
pancarta omnipresente antes de los comicios de enero de 2011: "Vota a
favor de la escisión para poner fin a la esclavitud y el subdesarrollo".
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A mediados de la década de los 90, John Eibner, de la organización Christian Solidarity International, salvó a decenas de miles de esclavos en Sudán al tiempo que Charles Jacobs, del colectivo Grupo Estadounidense contra la Esclavitud, encabezaba la "Campaña de Sudán" en Estados Unidos que reunió el apoyo de un amplio abanico de organizaciones. Dado que todos los estadounidenses rechazan la esclavitud, los abolicionistas formaron una alianza extraordinaria entre izquierda y derecha, que incluía al Demócrata Barney Frank y al Republicano Sam Brownback, al Congressional Black Caucus y al predicador Pat Robertson, a pastores negros y a evangélicos blancos. En contraste, el ministro religioso islámico Louis Farraján quedaba en evidencia y era avergonzado en sus intentos por negar la existencia de esclavos en Sudán.
Una
pancarta en las celebraciones de la independencia (editada para
traducirse, utilizando el árabe): "Desde hoy, nuestra identidad es
sudanesa del sur y africana, ni árabe ni islámica. No somos los peores
árabes sino los mejores africanos".
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La inversión israelí a largo plazo había dado frutos. Sudán del Sur encaja en una renovada estrategia periférica que incluye Chipre, a los kurdos, los bereberes y (un día) a un Irán post-islamista. Sudán del Sur ofrece acceso a recursos naturales (crudo en especial). Su papel en las negociaciones del agua del río Nilo ofrece influencia frente a Egipto. Más allá de beneficios prácticos, la nueva república representa un ejemplo inspirador de una población no musulmana que se resiste al imperialismo islámico a través de su integridad, su tenacidad y su dedicación. En este sentido, el nacimiento de Sudán del Sur replica al de Israel.
Si la visita de Kiir va a suponer realmente un hito, Sudán del Sur ha de recorrer el largo camino de protectorado internacional en la miseria de instituciones endebles a una independencia genuina y moderna. Este camino exige que la cúpula no explote los recursos del nuevo estado ni sueñe con crear un "Nuevo Sudán" conquistando Jartoum, cimentando mejor un estado independiente de éxito.
Para los israelíes y para el resto de los occidentales, esto significa ayudar con la agricultura, la salud y la educación y en la misma medida instar a Juba a centrarse en la defensa y el desarrollo al tiempo que se evitan conflictos bélicos innecesarios. Un Sudán del Sur con éxito podría convertirse con el tiempo en una potencia regional y en un aliado fiel no sólo de Israel sino de Occidente.
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