El argentino, autor de Matar sin que se note, la ficción que describe la investigación del fiscal ahora muerto, cuenta desde Israel su experiencia humana y literaria
Por Silvina Premat
Foto: Gentileza Planeta |
-¿Cómo describe el género que usted usa, se trata de non fiction/fiction?
-Sí. Vengo publicando varios libros en esa dirección. Me refiero a Lemej, de 1992; a El silencio de Darwin, de 2007, y a Matar sin que se note. En esta última, abandono los juegos filosóficos y fantasías históricas que había en mis novelas previas. En Matar sin que se note, no hay un solo dato que no sea verdadero, todo es verídico. Los nombres de los protagonistas son los reales. Hay un personaje no real, un estudiante chino, que tuve que incluir, para decir cosas que no podía decir Nisman. También me incluí yo mismo como un personaje para contar un montón de cosas. En la novela, soy Daniel Kindere, mi segundo nombre y mi apellido al revés, sin la "p".
-¿Por qué elige este género y no una investigación periodística si usa datos reales?
-Primero porque es mucho más placentero para un escritor dejar su pluma correr a través del mundo de su imaginación y no sólo el de los datos. Y un segundo motivo es, justamente, porque hay muchas cosas que uno quiere decir y no puede si no pone un personaje que las diga. Son cosas imposibles de volcar en un ensayo. La novela es más rica, aun sin mentir permite detenerte en ciertas reflexiones que no cabrían en un ensayo. En Sabra, hay también investigación, pero, en ese caso, es más histórica porque se trata de un joven que murió en 1917 con el que no podía tomar un café como con Nisman.
-¿Cómo se accede a los documentos, históricos o judiciales?
-Si yo no hubiese sido amigo de Nisman, no hubiera podido escribir Matar sin que se note. A diferencia de Sabra, cuya documentación es más o menos homogénea -no hay tantas escuelas que se contradigan unas a otras y pretendan diferentes visiones de la realidad-, en este caso, se pueden encontrar las ideas más extravagantes, cada uno dice lo que quiere. Pero Nisman me bajaba a tierra. Cada vez que yo le comentaba lo que decían sobre alguno de los personajes, él me hacía notar algún hecho que lo desmentía. Yo revisaba y era tal cual. Él me decía que yo podía hablar de filosofía y de grandes ideas, pero que él no podía hacer eso. Él hablaba sólo si tenía pruebas. Si él no me hubiese dado los datos precisos, no hubiese podido concluir la investigación y hubiera sido mucha más fantasía que crónica novelada como terminó siendo.
-¿Cómo lleva a una persona real a ser personaje ficticio?
-Cuando me encontraba con Nisman, por ejemplo, para entrevistarlo, me fijaba los detalles como si se enojaba rápidamente o no, qué tipo de cosas lo distraían, en qué concentraba su atención. Esto tiene una gran dosis de subjetividad. En este caso, a Nisman yo lo quería muchísimo y lo sentía un gran amigo. Por lo tanto, pude haber caído, no lo sé, en un exceso de idealización. En un momento, el editor me dijo que no podía hacer una apología de Nisman, pero yo no sentía que estaba haciendo eso, sino que estaba contando lo que veía: un individuo heroico, idealista, que quería la justicia y que se jugaba hasta el final sin dejarse detener por nada.
-¿Puede la ficción anticipar a la realidad?
-Sí, con la ficción se puede tener más predicción acerca de los personajes. En los ensayos, se puede predecir más con respecto a los procesos históricos. En este caso lo que fue tenebrosamente premonitorio fue el título. Pero además recuerdo que había hecho una lista con cuatro o cinco posibles títulos de la novela y una vez que nos reunimos con Nisman se las mostré y le pregunté cuál le gustaba más. Él miró la lista y puso el dedo en el tercer título posible y dijo, con una sonrisa irónica: "¡Éste está piola, eh!". El título era: El asesinato de Alberto Nisman. Después con la Editorial vimos que era muy morboso y no cabía.
-¿Por qué eligió ese nombre, en la novela asesinan a su personaje?
-No, en la novela no hay un solo dato que no sea real. Se habla de su asesinato porque lo amenazaban de vez en cuando y por eso se podía jugar con esa posibilidad en el título.
-¿Qué función social cumple y qué responsabilidad cultural tiene un escritor hoy?
-Cuando escribo novelas, lo hago llevado por un placer estético. No tengo delante la noción de que debo servir alguna causa. Me queda claro que estoy sirviendo a una causa. Por ejemplo, la causa de esclarecimiento del atentado a la AMIA. Pero no me propongo eso, sino usar la metáfora adecuada, que los personajes sean convincentes, que tengan suficiente nitidez. Si me preguntaran si estoy en el grupo Boedo, de los escritores sociales, o Florida, los más estéticos, diría que estoy más en Florida. Es obvio que mis libros apuntan a una dirección, pero en las novelas estoy mas impulsado por el aspecto estético que por la influencia social que pueda tener.
-Sin embargo, en el epílogo de Matar sin que se note afirma que allí dice la verdad.
-Sé que estoy escribiendo la verdad de un testimonio, pero lo que más me interesa es que esa verdad tenga valor. En el caso de una crónica novelada, la parte de crónica tiene que ser verdad y la parte de novela tiene que ser buena.
Referencia:La Nacion
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