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23 de agosto de 2012

Sinaí: Egipto víctima de su anti-israelismo




  Gil Mihaely - Causeur



En el Sinaí, esa península desértica dos veces más grande que Bélgica que separa la frontera israelo-egipcia del Canal de Suez, ayunar significa tomar un riesgo. En octubre de 1973, en pleno ayuno de Yom Kippur, Israel, entonces potencia ocupante en el Sinaí, fue sorprendida por el ejército egipcio. Hace ocho días, el Estado hebreo ha sido atacado nuevamente de manera traicionera, esta vez en Ramadán, por un comando islamista que golpeó cuando los militares egipcios rompían su ayuno. El saldo del ataque fue pesado: 16 guardias fronterizos egipcios murieron y varios fueron heridos, pero el objetivo principal del ataque, la paz entre Israel y Egipto sigue estando, por ahora, a salvo. Porque el objetivo estratégico de la docena de asaltantes y de sus patrocinadores no era ni más ni menos que empujar al nuevo régimen egipcio a romper con Israel y después enfrentarlo militarmente, para facilitar la instalación de una situación caótica similar a la de Afganistán, Yemen, Irak, Siria, Somalia, Libia y Sudán. Otros tantos estados fragmentados y frágiles, que se han convertido en un terreno fértil para la proliferación de yihadistas, señores de la guerra y simples mafias fuera de la ley.

Al igual que en 1973, la sorpresa del Ramadán 2012 fue precedida por varias señales anunciadoras. Del lado israelí, la acumulación de evidencias convenció a los servicios de seguridad de que se estaba preparando una gran operación en el Sinaí. Esta información se consideró lo suficientemente importante como para públicamente llamar a sus ciudadanos para que abandonaran de inmediato las playas del Mar Rojo, un acto prudente que sin duda alimentará las teorías de la conspiración (los israelíes lo sabían, entonces ¿quienes son los verdaderos patrocinadores). Los servicios israelíes temían que los turistas israelíes, dispersos a lo largo de una distancia de 200 km entre Eilat y Sharm el Sheikh, fueran tomados como rehenes, como el soldado Shalit, con las consiguientes largas y muy costosas negociaciones para su rescate. La península es de hecho el escenario ideal para este tipo de escenarios: ya inicialmente difícil de controlar, desde la caída de Mubarak la península del Sinaí se ha convertido en una "zona tribal" más allá del alcance de las autoridades egipcias. Por su parte, el Estado hebreo no puede hacer nada porque Egipto, que parece tolerar el caos y los peores abusos en el Sinaí, no aceptaría la menor infracción israelí contra su soberanía y su honor.

Prevenidos por Israel al menos 48 horas antes del ataque, los egipcios concluyeron que la operación terrorista probablemente tendría como objetivo a los israelíes. Resultado: decidieron no hacer nada. No hubo alertas a las unidades egipcias ni medidas de seguridad mejoradas. El ministro de Turismo egipcio se contentó con criticar a Israel por su alarmismo, y es que según él hacía todo lo posible para afectar negativamente al turismo del Sinaí afín de arruinar a Egipto. De hecho, al igual que Israel en 1973, Egipto en 2012 fue presa de un paradigma que le impidió interpretar la información disponible. En el verano de 1973, los líderes israelíes creyeron que los países árabes no atacarían a Israel porque gozaba de una superioridad aérea aplastante. Cuatro décadas más tarde, Murad Mouafi, el jefe de los servicios de inteligencia egipcios, ofreció un paradigma interpretativo con un franqueza tal que pagó por ello con su puesto: "Habíamos tenido pistas sobre que se estaba preparando un ataque en el Sinaí, pero no imaginábamos que un hermano (es decir, un musulmán) mataría a otro hermano durante el iftar (la comida del final del ayuno del Ramadán)". Y si seguimos su lógica, ya que los musulmanes no estarían siendo amenazados, ¿para qué moverse y actuar? Uno puede entender el impacto ocasionado en los egipcios cuando descubrieron que ellos eran las víctimas y no los judíos y los demás cruzados.

De repente, el Sinaí reencuentra para los egipcios su lugar de símbolo, el lugar por excelencia donde su soberanía nacional debe ejercerse. La península ha jugado el papel de "provincia perdida" entre 1967 y 1982, pero tras la retirada israelí, el Sinaí dejó de interesar a El Cairo. Los cientos de miles de beduinos que constituyen la población autóctona no han sido particularmente maltratados por el régimen que por contra ha desplegado la misma mezcla de negligencia, incompetencia y corrupción que caracteriza a su manejo del Estado. El Cairo ha desarrollado los balnearios reservando los puestos de trabajo para los metropolitanos y ha explotado los recursos naturales con poca consideración por los autóctonos. Pero la geografía - la frontera con Israel y con la Franja de Gaza - ha transformado la frustración de los beduinos en una "bomba atómica".

En estas condiciones, los beduinos se han refugiado en diferentes tráficos: las drogas, las prostitutas, los solicitantes de asilo africanos - a la tierra prometida de Israel -. Y hasta el momento, nadie en El Cairo se movilizó ante ellos. Sin embargo, desde 2005 y tras la retirada israelí de Gaza - y luego un tramo de 14 km de frontera con Egipto -, la situación en el Sinaí se ha estado deteriorando visiblemente. Los túneles entre la Rafah palestina y la egipcia florecieron mucho antes de que el bloqueo egipcio-israelí se impusiera de manera conjunta en junio de 2007. Desde el verano de 2007, las redes del Sinaí han recurrido cada vez más a Gaza y al contrabando de armas, mientras que los islamistas palestinos y los yihadistas han creado allí una "base de retaguardia" segura. La caída de Mubarak les ofreció la oportunidad de pasar al siguiente nivel. En pocas semanas, el interior de la península resultaba prácticamente territorio prohibido para las fuerzas egipcias que se encerraron en sus cuarteles y casernas. En El Cairo, el gobierno y el ejército tenían otras cosas que hacer, sobre todo porque la opinión pública egipcia interpretaba esta negligencia a la hora de actuar, por la cual crecía la inseguridad israelí, como una ruptura con el "sionismo" del antiguo régimen y el comienzo de una nueva política pro-palestina.

Así, mientras que el gasoeducto que suministra a Israel y Jordania era regularmente saboteado, El Cairo no ha intentado seriamente garantizar su seguridad, muy contento de poder encontrar un motivo para no hacer cumplir un contrato rescindido por la opinión pública egipcia, sin romper legalmente con el Estado hebreo. Para los Hermanos Musulmanes, la gestión de la delicada cuestión del gasoeducto se ha convertido en un modelo geopolítico: se deja que el caos se asiente y nos apoyamos en las reacciones y quejas israelíes para alimentar la tensión y dañar las relaciones bilaterales. Durante un tiempo, las cosas han ido de esta manera. ¿Cohetes disparados desde el Sinaí contra Eilat? Ultrajado, El Cairo denuncia la acusación israelí. ¿Ataques de un comando procedente del Sinaí contra vehículos israelíes a finales de agosto 2011? Egipto acusa a Israel de matar a dos o tres de los soldados que iban en "persecución" de los atacantes.

Ahora bien, si abandonas el cuidado de tu jardín no puedes esperar que las serpientes que rondan por él muerdan solamente a tus vecinos. Así, el 5 de Agosto a las 20:08, su negligencia erigida en estrategia les explotó en los rostros de los gobernantes egipcios. Apenas dos semanas después de haber prometido al primer ministro de Gaza, Ismail Haniye, acelerar la apertura de los cruces entre Gaza y Egipto para romper el bloqueo de manera permanente, Mohamed Morsi se vio obligado a ordenar el cierre indefinido de dichos cruces, con riesgo de molestar al primer ministro turco Erdogan, cuyo incesante compromiso con el levantamiento del bloqueo es bien conocido. Morsi también dio la orden de bloquear los 1.200 túneles dedicados al contrabando tras haberse asegurado de que habitantes de Gaza participaron en el ataque a Rafah. En Ramallah, la Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas disfrutó del malicioso placer de transmitir a la prensa la petición egipcia dirigida a Haniyeh de extradición de tres miembros de alto rango del brazo armado de Hamas, sospechosos de apoyar logísticamente a las redes yihadistas en el Sinaí.

El fracaso militar egipcio en el Sinaí es debido principalmente al contexto político interno y, notablemente, a las necesidades particulares del ejército de recuperar su credibilidad ante la opinión pública sobre las espaldas de Israel. Sin embargo, la tímida política anti-israelí del ejército no ha impedido al presidente Morsi destituir al jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y al ministro de Defensa, su principal rival en la cumbre del Estado. Esta hábil maniobra muestra cómo los Hermanos Musulmanes quieren aprovecharse de la ambigüedad de las relaciones israelo-egipcias para domeñar al ejército. Por lo tanto, a pesar de su nueva postura y su disposición a asumir el control del Sinaí, los objetivos no han cambiado para Morsi: alejarse de Israel o incluso romper con él, sin asumir la responsabilidad, llevando a los generales ante una elección imposible: el riesgo de ser denunciados como colaboradores del "régimen de Tel Aviv" o pagar el precio en el ámbito de la seguridad por la falta de coordinación bilateral. Es por eso que el nuevo presidente dejó hacer a las complotistas de su partido que se apresuraron a incriminar al Mossad, el cual según ellos pretendía debilitar al nuevo Egipto. Para la opinión pública egipcia, las mismas personas que enviaron a los tiburones para asustar a los turistas en Sharm el-Sheikh, estaban detrás de la matanza en Rafah. Después de todo, es mucho más difícil creer que un musulmán pueda matar a uno de sus correligionarios en Ramadán, ¿no es cierto?


Referencia:tzfat

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