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23 de septiembre de 2013

Lecciones para Jerusalén

Por Elliott Abrams
 
Los norteamericanos contemplan la “tragedia de los errores” que es nuestra política siria desde la seguridad de hogares y apartamentos situados en suburbios y ciudades a 8.000 kilómetros del conflicto. Los israelíes están en la puerta de al lado y, hace dos semanas –cuando un ataque norteamericano y el posible contraataque sirio a Israel parecían inminentes– estaban haciendo cola para recibir máscaras antigás.
Hoy ya no existen esas colas en Tel Aviv. Pero ¿cómo pueden interpretar ahora la crisis siria los israelíes, después del discurso de Obama y de que la acción se desplace a Ginebra y a Naciones Unidas? ¿Qué lecciones pueden extraer?

Rusia


Israel ha mantenido unas relaciones correctas con Rusia durante la época de Putin, bajo los Gobiernos de Sharón, Olmert y Netanyahu, y la lección es que éste ha sido un movimiento inteligente. Resulta que, después de todo, Vladímir Putin y Rusia siguen siendo jugadores importantes en la región –no sólo por vender armas a los sirios–, y también en Naciones Unidas. Cuestiones como Irán y Siria pueden resolverse en parte en Moscú y en parte en Turtle Bay, y poder comunicarse directamente con Putin y con el ministro de Exteriores Serguéi Lavrov en una relación separada e independiente de la estadounidense ayuda a proteger los intereses israelíes. Ver cómo Obama y Kerry avanzan a tientas y cambian de postura mientras Putin y Lavrov aprovechan las oportunidades y juegan como profesionales debe enseñar a los israelíes que mantener una línea abierta con Rusia es inteligente.

Irán


Nadie en Israel tiene la menor confianza en que el presidente Obama vaya a bombardear las instalaciones nucleares iraníes. Su discurso sobre prevenir que Teherán logre obtener armas nucleares ha sido muy duro, y también lo fue durante su visita a Israel en 2013. Pero su manejo de la situación siria muestra su aversión a emplear la fuerza y a involucrar a Estados Unidos en una nueva guerra en Oriente Medio. Se dice que fieles del Partido Demócrata que hasta ahora habían dicho a Israel que Obama podría actuar ya no ofrecen tales seguridades.

La conclusión para los israelíes será que si hay que detener a Irán, tendrán que hacerlo ellos mismos.  Las posibilidades de un ataque israelí durante el año próximo han aumentado, y la duda que tiene Israel respecto a Estados Unidos es si Washington asumirá su actuación, o incluso si llegará a considerarla una forma útil de detener a Irán sin tener que intervenir.

Pero Jerusalén también estará más preocupada ahora por una ofensiva diplomática encabezada por Rusia, alguna clase de hábil oferta que haga poco por desarmar a Irán pero cuyo amplio éxito internacional haga prácticamente imposible un ataque israelí. Aquí, la moraleja es la que sigue: trabajar duro (ocasionalmente, junto a los franceses) para endurecer la postura norteamericana en las negociaciones con Irán y seguir afinando los propios planes de ataque. Los israelíes quieren una solución diplomática tanto como la Administración Obama, pero no se van a engañar respecto a la posibilidad de que Occidente ceda y acepte un mal acuerdo.

Estados Unidos


Lo que ha resultado más aleccionador para los israelíes ha sido la falta de fiabilidad de su principal aliado y amigo más íntimo. Han visto cómo Washington presionaba al primer ministro David Cameron para que celebrara una precipitada y arriesgada votación en el Parlamento británico, para cambiar luego de dirección y hacer que la derrota del premier fuera completamente innecesaria. Han visto cómo convertíamos al presidente François Hollande de héroe del momento en blanco de bromas. Se sorprendieron con los vaivenes de Obama, que le llevaban a hablar de atacar Siria para luego pedir una votación del Congreso y después posponerla cuando vio que probablemente la iba a perder. Y contemplaron cómo Putin maniobraba en torno a todos esos cambios para presentar una propuesta que pudiera mantener a su aliado Asad en el poder y eludir indefinidamente los ataques norteamericanos.

Al igual que a los Estados árabes proamericanos (como Jordania, los Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí), estos acontecimientos han puesto muy nerviosos a los israelíes, pero éstos se dan cuenta de que no es probable que la política norteamericana vaya a cambiar en los próximos tres años. Entonces, ¿qué hacer? En primer lugar, continuar siguiendo la corriente a la Administración Obama y tratar de maximizar la influencia de sus consejos. Eso supone apoyar verbalmente a Obama respecto a Siria, aunque su política oscile, y seguir negociando con los palestinos pese al casi unánime escepticismo existente entre los israelíes respecto a las conversaciones de paz. Con una política que cambia día a día, ¿quién sabe? Puede que esos tipos de la Casa Blanca alguna vez atiendan los consejos; vale la pena intentarlo.

Pero los israelíes deberían haber aprendido que aconsejar y animar a Washington no implica intervenir en los disputas políticas internas estadounidenses. Según informaciones de la prensa, el presidente Obama convenció a Netanyahu en lo de buscar el apoyo del Congreso para la resolución sobre Siria; resolución que ahora Obama dice que debe posponerse y que puede que nunca se llegue a votar. Así que perdieron cierta credibilidad y enfadaron a algunos republicanos; cuán agradecido es Obama. Aquí la lección es quedarse fuera de las discusiones partidistas a menos que afecten directamente a la seguridad de Israel.

En segundo lugar, deben buscar sus propias relaciones con Rusia, Europa y los países árabes. Es algo que siempre han hecho, pero al no poder contar ahora con el liderazgo norteamericano, esas relaciones directas son más importantes. Es posible que Israel y Francia logren endurecer la postura negociadora europea respecto a Irán, o quizá Jerusalén y El Cairo puedan colaborar para debilitar a Hamás en Gaza, o tal vez los israelíes y los Estados del Golfo puedan dialogar sobre cómo manejar los conflictos con Irán. Ahora mismo es probable que las conversaciones egipcio-israelíes, jordano-israelíes, y quizá las mantenidas con países del Golfo, sean especialmente francas a la hora de analizar desafíos comunes, el menor de los cuales no es la dependencia respecto a una potencia que parece haber elegido reducir su influencia en la región.

Israel


Hay otra lección más dura que extraer de los acontecimientos en Siria. Cien mil árabes, la mayoría de ellos suníes, han muerto allí, y millones de ellos han sido expulsados de sus hogares, en un mundo en el que hay 2.000 millones de musulmanes, la Liga Árabe tiene 22 Estados miembros y la Conferencia Islámica 57. Nadie salvó a esos sirios suníes, árabes, musulmanes, y nadie está haciendo mucho por prevenir que haya más matanzas; las reacciones de sus correligionarios y hermanos árabes han estado entre lo ineficaz y lo apático. Durante años, las comunidades cristianas ha sido amenazadas y atacadas en Irak, en el Líbano y, más recientemente, en Siria y Egipto, sin que haya habido mucha reacción por parte de los dos mil millones de cristianos. ¿Quién intervendría para defender a los judíos si llegaran a encontrarse en una situación semejante?

Israel lo sabe. La imagen que tiene de sus vecinos fue resumida (de forma controvertida, por supuesto) por Ehud Barak en 2006, cuando dijo que su país era “un chalet en medio de la jungla”. Los israelíes no creen que sobrevivan porque sean una democracia o una start-up nation, sino porque son fuertes y están dispuestos a usar esa fuerza, como han demostrado de nuevo en diversos ataques contra Siria durante los últimos dos años. Su experiencia nacional como israelíes corre paralela a su historia como judíos: los fuertes sobreviven y los débiles pueden perecer. Y cuando los débiles son atacados, se hacen discursos excelentes, pero hay muy poca ayuda disponible.

Así pues, el destino de los muertos y de los millones de refugiados sirios no es sino la confirmación de que, al final, Israel deberá ser capaz de y estar dispuesta a defenderse por sí mismo. El 11 de septiembre, el primer ministro Netanyahu citó al sabio Hillel en una ceremonia de graduación de la Marina Israelí:

Si yo no estoy para mí mismo, ¿quién lo estará?


Añadió que este dicho es hoy “más importante que nunca” en su gestión de sus principales decisiones como primer ministro, y dijo que su significado es que

Israel siempre será capaz de protegerse, y se protegerá, con sus propias fuerzas, contra todas las amenazas.



The Weekly Standard

Referencia: elmed.io

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