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1 de diciembre de 2012

Gaza: Una diferencia moral sustancial



Jeff Jacoby
"La cobertura mediática de las hostilidades de Gaza tiende
a poner el acento en los proyectiles y las bajas y las maniobras diplomáticas. No se enfatiza igual ni de lejos la enorme distancia moral que separa a Israel de su enemigo terrorista. Israel y Hamás no están en guerra por el territorio. Lo que les separa es un abismo cultural imposible de superar."
Los palestinos tienen una canción nueva con la que acompañar su intenso conflicto con Israel. "Ataca Tel Aviv", de los intérpretes Shadi al-Bourini y Qassem al-Najjar, apareció colgada en diversas webs palestinas, incluyendo el perfil en Facebook del programa de Fenjan Al-Balad, que considera su misión "intentar influir positivamente a la joven sociedad palestina". El vídeo musical, que muestra imágenes de israelíes heridos y grandes cantidades de artillería Qassam, abre con esta letra:

Ataca Tel Aviv.
Ataca Tel Aviv.
Ataca Tel Aviv y asusta a los sionistas.
Cuanto más reconstruyáis, más destruiremos.
Ataca Tel Aviv.

Sobre una melodía pegadiza, la letra (traducida por el Instituto de Investigación Mediática de Oriente Próximo) se vuelve progresivamente más belicosa. "No queremos ni treguas ni negociaciones", afirman. Animan a los proyectiles a "volar la Knesset" y "sembrar el terror en Tel Aviv", al tiempo que se burlan de los israelíes de los refugios que "se ocultan por cobardía".

Con el paso de los años se han visto muchas canciones bélicas israelíes. De hecho, el conflicto sin final con los árabes ha engendrado parte de la música más castrense de Israel. Pero la mayoría habla de desear la paz y de un deseo de normalidad. El equivalente israelí de "Ataca Tel Aviv", éxtasis ante la perspectiva de matar al enemigo, es virtualmente impensable.

Otros vídeos palestinos también han recibido atención esta semana. Al-Aqsa TV, la cadena oficial dirigida por Hamás, viene emitiendo anuncios que animan a cometer atentados suicida y aconsejan a los israelíes que se preparen. "Venimos descuidando los ataques suicida", saluda un vídeo. "Búsquenos en el café o la parada de autobús más próxima". Un segundo vídeo, junto a imágenes de proyectiles lanzados contra Israel, advierte a "los sionistas" de no irse a dormir: "Puede que vayamos a buscarte cuando estés dormido". En otro más, Hamás reitera la jaculatoria que los yihadistas criminales de todo el mundo repiten por doquier: "Adoramos la muerte más de lo que vosotros queréis la vida".

La cobertura mediática de las hostilidades de Gaza tiende a poner el acento en los proyectiles y las bajas y las maniobras diplomáticas. No se enfatiza igual ni de lejos la enorme distancia moral que separa a Israel de su enemigo terrorista. Israel y Hamás no están en guerra por el territorio. Lo que les separa es un abismo cultural imposible de superar. Por un lado hay un estado judío que aspira a la paz con los vecinos y que repetidamente ofrece importantes concesiones para alcanzarla; por el otro, tenemos a un régimen fanático de yihadistas que glorifican la muerte y rechazan a los judíos como abominación -- y que están obsesionados con la idea de erradicar al único estado judío.

"Nuestra lucha contra los judíos tiene un alcance extremadamente amplio y profundo", anuncian los estatutos fundacionales de Hamás, repletos de odio. El éxito no vendrá, anuncia el Artículo 7, "hasta que los musulmanes combatan a los judíos y los asesinen; hasta que los judíos se oculten detrás de las rocas y los árboles, que gritarán: ¡Oh musulmán! ¡Hay un judío detrás de mí, ven y mátalo!´"

Que Hamás habla en serio no debería ser noticia a estas alturas. A estas alturas debería ser evidente hasta para el más empedernido de los ingenuos que mientras Hamás gobierne Gaza -- un estado palestino oficioso, con independencia de lo que se le llame -- nunca va a cesar en su búsqueda de la aniquilación de Israel. A los ojos occidentales puede parecer un objetivo improbable, teniendo en cuenta la enorme ventaja militar de Israel. Pero Hamás comprende el valor del terror. Cuando lanza cientos de proyectiles al otro lado de la frontera, cuando obliga a los israelíes a escuchar constantemente las sirenas que anuncian que tienen 15 segundos para encontrar refugio, Hamás se acerca progresivamente a su objetivo. Y cuando Israel responde por fin y solamente entonces se produce un escándalo internacional, Hamás se acerca todavía más.

La Secretario de Estado Hillary Clinton ponía rumbo a Oriente Próximo el martes. El Secretario General de las Naciones Unidas pedía un alto el fuego. El portavoz del Presidente Obama insistía en que "la mejor manera de solucionar esto es a través de la diplomacia". ¿Pero qué puede hacer la diplomacia con un enemigo que rechaza las normas más elementales del comportamiento internacional? ¿Que no es solamente indiferente al sufrimiento de su propia población, sino que lo celebra por su valor propagandístico? ¿Que distingue al terrorista suicida y que emite anuncios que prometen más atentados?

Cualquier alto el fuego ahora se traduce en la victoria de Hamás, que seguirá promocionando la violencia, el odio y la muerte. La diplomacia no sirve para solucionar los problemas que generan los regímenes terroristas. Tampoco sirven las concesiones unilaterales ni las resoluciones de las Naciones Unidas. La única solución es sacar del poder a los terroristas. Mientras Gaza siga siendo una tiranía gobernada por Hamás, la paz no será sino un sueño.

VÍDEOS:

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Jeff Jacoby es columnista del New York Times/ Boston Globe
Referencia:El Diario Exterior

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