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16 de mayo de 2012

Izquierda, solidaridad e incoherencia



por Ricardo Aronskind y Mariano Szkolnik




Para la izquierda, los sucesos políticos que no encajan en el concepto de ‘lucha de clases’ o de ‘imperio versus naciones oprimidas’ no encuentran un marco conceptual para ser procesados. Así, sin coherencia alguna, algunos conflictos despiertan furiosas manifestaciones (como el israelo-palestino), en tanto que otros sólo merecen el silencio.

El internacionalismo proletario, o la solidaridad con los trabajadores y oprimidos más allá del marco nacional en el que se encuentren, ha sido uno de los pilares del pensamiento y la praxis de izquierda. Abundan ejemplos históricos de acción directa de los trabajadores en apoyo a sus camaradas de clase en todo el mundo. Citemos la participación de brigadistas armados en la Revolución Rusa y en la Guerra Civil en España, o –más cerca en el espacio y el tiempo histórico– la campaña de alfabetización en Cuba y las Brigadas de Café en Nicaragua. El movimiento internacional en contra de la intervención norteamericana en Vietnam también cuenta a la hora de cotejar cómo esa misma solidaridad se expresó en la plaza pública, o en la embajada local.

Sin embargo, cuando observamos el conjunto de los acontecimientos internacionales en donde merecería ejercerse actualmente la solidaridad internacionalista, encontramos que este ejercicio, para la izquierda local, dista de ser universal y que, por el contrario, está cruzado por llamativas discriminaciones. Así, las izquierdas enfocan su mirada sobre unos sucesos, soslayando olímpicamente a otros. Lo que resulta llamativo es que en pos de ejercer el internacionalismo proletario, ciertas causas que poco tienen que ver con la “lucha de clases” parezcan valederas, aunque se desconozcan las razones y dinámicas, o apenas se comprenda el sentido de lo que sucede del otro lado del planeta.

El juego de las diferencias

El análisis comparativo resulta elocuente: en la llamada “Operación Plomo Fundido”, entre fines de 2008, y la primera quincena de 2009, Israel invadió y bombardeó la Franja de Gaza, dejando un tendal de 1.400 palestinos muertos, luego de recibir en los meses previos miles de cohetes enviados desde esa región. –que los israelíes habían evacuado en 2005-. Como en muchas capitales del mundo, las paredes de Buenos Aires se expresaron con vehemencia e indignación contra el “Estado Genocida de Israel”. Diversos grupos de izquierda hicieron sus actos públicos, manifestaron su solidaridad con el pueblo palestino, y exigieron la extinción lisa y llana del Estado fundado en 1948.

Pocos meses antes de que las acciones israelíes tuvieran lugar, un conflicto en Osetia del Sur, dejó un saldo de 1.400 muertos, a consecuencia del ataque de las fuerzas de Georgia. En este caso no hubo ni un acto, ni una movilización ni panfleto por esos muertos sudosetios. El conflicto sencillamente fue invisible, aunque su saldo en vidas equiparó al de Israel-Gaza. ¿Cómo se explica esa fisura en el internacionalismo de las izquierdas locales?

Hipotéticas razones de la sinrazón

Se deben admitir las limitaciones culturales e intelectuales que todo esquema analítico tiene, como primer y necesario paso para poder abordar la complejidad de los problemas socio-políticos contemporáneos. El pensamiento de la izquierda, a pesar de los valiosos aportes que recibió a lo largo del siglo XX, no logra desembarazarse de lecturas lineales que lo han llevado a una creciente esterilidad. La hegemonía del neoliberalismo ha dejado también sus huellas en el mundo de la izquierda: una ha perdido tanto su identidad que devino –como la socialdemocracia europea- en una vertiente del neoliberalismo, mientras que otra se ha aferrado tanto a un pensamiento petrificado que no soporta las complejidades del mundo reciente.

Los sucesos políticos que no encajan en el concepto de “lucha de clases” o de “imperio versus naciones oprimidas” no encuentran un marco conceptual más sofisticado para ser procesados. Así, sin coherencia alguna, algunos conflictos sólo merecen el silencio, en tanto otros justifican furiosas manifestaciones, como si se estuviera por tomar el Palacio de Invierno. Por ejemplo, en Irak, la barbarie de los atentados con coches bomba contra mezquitas y mercados -en definitiva, contra la población civil-, por parte de fracciones sunnitas y shiitas, se quiso ver como parte de la “resistencia” contra el ocupante norteamericano.

Se advierte el alejamiento de posiciones humanistas, lo que trastoca aquel viejo “internacionalismo” en un “internacionalismo selectivo” –que por lo tanto, deja de serlo-, sólo porque “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Hay misiles buenos y misiles malos, asesinatos buenos y asesinatos malos, civiles buenos y civiles malos. Con el maniqueísmo como única guía para el posicionamiento político, muchos han caído en el apoyo a regímenes políticos ultra-reaccionarios, como en el caso de Irán (cuya teocracia gobernante ha eliminado a la oposición de izquierda, o ha realizado un Congreso Internacional de historiadores para demostrar que el Holocausto no es más que un mito), simplemente porque está en confrontación con Estados Unidos. El apoyo al legítimo derecho del pueblo palestino a su Estado Nacional, ha llevado, por el absurdo, a simpatizar con la organización Hamas, que en su Carta Fundacional cita nada menos que “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, panfleto antisemita inventado y difundido por la Okrana, policía secreta zarista (¿Qué pensaría Lenin de tan respetables fuentes?).

La primavera árabe y el caso sirio

El siglo XXI introdujo novedades que no resultan sencillas de analizar: la escalada de “Primaveras” durante el bienio 2010/2012 son un claro ejemplo de ello, complicando la brújula de las izquierdas en todo el mundo. En el caso de Libia, hubiera correspondido repudiar tanto los bombardeos contra civiles realizados por el régimen de Kadafi, como la intervención de la OTAN para colocar un gobierno títere. Pocos asumieron esa actitud. Actualmente, en Siria, los muertos civiles del complejo enfrentamiento interno se cuentan por miles, aunque un enorme cono de sombra se cierne sobre esos fallecidos menos importantes.

¿En qué contabilidad encajan esos muertos? ¿Habrá que esperar a ver qué dice Estados Unidos para decir algo opuesto? ¿Por qué, frente a estos muertos, la izquierda no encuentra razones para expresar su solidaridad y su repudio?





Referencia:anajnu

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