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6 de octubre de 2014

Amigos de la Universidad de Tel Aviv en Argentina. ¿Qué es el Estado Islámico ISIS?



Prof. Uzi Rabi.
Artículo de Director del Centro Moshe Dayan de la Universidad de Tel Aviv,      
Desde hace unos meses, el movimiento islamista militante conocido como el Estado Islámico (al-dawla al-Islamiyya, EI) llama la atención del mundo. El Estado Islámico (antes conocido como ISIS) es la organización sucesora de al-Qaeda en Irak, país en que se estableció en 1999 y en el que lanzó un violento alzamiento contra los Estados Unidos y fuerzas de la coalición tras la caída de Sadam Hussein en 2003.

La remoción de Sadam Hussein y el fin del predominio político sunita en Irak marcaron un hito en la historia de la región al darle forma a una nueva realidad que constituye el telón de fondo para comprender el surgimiento del Estado Islámico. Desde mediados de junio de 2014, las fuerzas de este movimiento se apoderaron de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, así como de casi de un tercio del territorio de este país. Además de hacerse de grandes porciones del territorio, las fuerzas del Estado Islámico supieron capitalizar la huida de los soldados irakíes, se apropiaron de una gran cantidad de armas pesadas y saquearon las instituciones bancarias del oeste de Irak. Más recientemente, en agosto de 2014, se apoderaron de la base aérea de Tabqa en la provincia siria de Raqqa, con lo que consolidaron la ciudad homónima como capital y centro de operaciones en Siria. Durante el proceso de expansión del Estado Islámico, se fueron borrando los límites entre Irak y Siria, con lo que éstos se volvieron irrelevantes. Desde Alepo a Bagdad, en los vastos territorios desiertos que cubren el este de Siria y el oeste de Irak, el Estado Islámico se apropió del control e impuso su doctrina islamista radical, desafiando y arrancando de cuajo el orden establecido y la mismísima noción del estado-nación con el establecimiento de un califato islámico autodeclarado.

El desafío que el Estado Islámico plantea al orden establecido se destaca por el carácter mortífero y por la brutalidad atroz, que se hicieron patentes en las últimas semanas con las ejecuciones horrendas de dos periodistas estadounidenses, James Foley y Steven Sotloff (quien además era ciudadano israelí). Con todo, estos son apenas dos ejemplos de la violencia y la destrucción escalofriante que el Estado Islámico le inflige a la región, al ensañarse con minorías religiosas a las que cataloga de infieles, y las que se niegan a aceptar esta vertiente puritana del Islam. El mundo es testigo de las ejecuciones y expulsiones de comunidades cristianas en Irak y Siria, el intento de exterminar la minoría yasidí de Irak, el cautiverio y la violación de mujeres así como las ejecucioens en masa de soldados iraquies y sirios.

Por cierto, se trata de un movimiento que echa mano de cualquier medio a su alcance para aterrorizar e infundir pánico en opositores y en quienes ha conquistado. Si bien la violencia resulta clave en la expansión del Estado Islámico, no se debe perder de vista otro elemento significativo: la forma de actuar del Estado Islámico, que se asemeja a la de un estado. Es este carácter híbrido lo que destaca al Estado Islámico y lo que lo diferencia de sus predecesores y contemporáneos jihadistas. Por lo tanto, es un grave error creer simplemente que el Estado Islámico está formado por un grupo de matones jihadistas sin estrategia ni plan. Esta tesitura no resiste el más mínimo análisis cuando se analiza la forma en que esta organización actúa en el territorio que controla, haciendo esfuerzos ingentes en construir un estado y en lanzar iniciativas burocráticas. Aunque sus fronteras siguen sin definir, estas medidas indican que el Estado Islámico llegó para quedarse, que tiene una estrategia y que además maneja la realpolitik.

Bajo una mirada más amplia, el Estado Islámico aprovecha el estado actual de las cosas propiciado por los eventos de la “Primavera Árabe”. La paradoja de la “Primavera Árabe” y la visión de progreso que ésta alentó, a medida que la calle árabe aprovechaba las herramientas modernas de los medios sociales, llevó a muchos analistas a considerar que esto iban a marginar al radicalismo y a beneficiar al estado y las sociedades al abrirlas y liberalizarlas. Por desgracia, el derrocamiento de los dictadores, desde Libia hasta Irak, y el debilitamiento y la remoción de su puño de hierro deja a la región con una cantidad de estados fragmentados en los que organizaciones como el Estado Islámico son capaces de acaparar la atención. La noción de que los movimientos islamistas, en especial los elementos jihadistas, fueron marginados en apariencia y en gran medida y la idea de que el estado-nación constituye un marco sólido terminaron siendo falaces.

En particular, el Estado Islámico sacó ventaja de la debilidad de los regímenes en Siria e Irak. Cuando se toman en cuenta las debilidades crónicas de los regímenes de Damasco y Bagdad no es sorprendente que el Estado Islámico fue capaz de tener avances tan grandes y contundentes. Más aún, el carácter bien disciplinado de la organización y de sus comandantes militares, quienes están al mando de unos 15 a 20 mil soldados, junto a una clara estrategia, le permitió avanzar en desmedro de las otras fuerzas. Este es un aspecto importante cuando se hace referencia al Estado Islámico: no hablamos de un ejército compuesto de cientos de hombres alzados en armas sino de una pequeña fuerza despiadada y disciplinada abocada a establecer un califato transnacional en el territorio conquistado. Sus campañas son eficaces habida cuenta de la habilidad para forjar alianzas y aplicar tácticas de toma y daca con una amplia variedad de grupos, que van de tribus sunitas, insurgentes sunitas a ba´athistas. Es más, el Estado Islámico se afana en no confrontar con la población lugareña mediante la incorporación de la mayor cantidad de tradiciones locales que les permite su fe. Más allá del territorio que controla, la organización resulta atractiva a musulmanes que se encuentran fuera del mundo árabe. No resulta sorprendente que las fuerzas del Estado Islámico en Siria, y en cierta medida en Irak, estén conformadas por elementos foráneos, lo que incluye a integrantes provenientes de Chechenia, Europa, los Estados Unidos e incluso China. Con un buen suministro de activistas de todo el mundo, el Estado Islámico es, por sobre todas las cosas, el movimiento islamista mejor financiado que se haya visto hasta la fecha y el único con la capacidad de obtener cuantiosas rentas provenientes de la venta de petróleo, los impuestos y la extorsión. Todos juntos, estos aspectos que acabamos de exponer hacen que la tarea de eliminar al Estado Islámico, o eliminar su ideología política, se convierta en una empresa dificil, si no imposible.

El Estado Islámico no sólo amenaza la idea del estado-nación en la región, sino que el territorio que controla se está convirtiendo en un peligroso campo de entrenamiento para terroristas en cierne. Esta es la nueva realidad en el corazón del Medio Oriente: El Estado Islámico domina un territorio que da cobijo a terroristas y está en condiciones de dar apoyo activo a sus actividades más allá de sus fronteras. Esto no es más que una receta para la inestabilidad crónica de la región y constituye una grave amenaza para la seguridad internacional. Lo que el Estado Islámico ha logrado es apenas lo que al-Qaeda hubiera soñado: controlar un territorio desde el que exportar la jihad.

En vista a todo lo expuesto, es necesario asegurarnos de que no se analice el fenómeno conocido como el Estado Islámico únicamente bajo el prisma militar o del contraterrorismo. Se lo debe abordar en términos más amplios, dentro del contexto del espíritu que prevalece en la región y sobre la base de sus propias declaraciones. Aún en el caso de que se mantenga a raya a esta organización, ésta va a servir como fuente de inspiración para jihadistas del mismo signo que se encuentren en la región y en el resto del mundo y que aspiren a unirse a la campaña del Estado Islámico. En pocas palabras, éste es un llamado de atención para que los líderes internacionales hagan un esfuerzo mancomunado a fin de eliminar a este movimiento desde la raíz. De lo contrario, la región, y después Europa, serán testigos de estos terroristas profesionales, tanto del Estado Islámico como de otras organizaciones, a quienes verán cometer actos de sabotaje y terror en sus propias comunidades y ciudades. El tiempo juega en contra del mundo libre pero queda aún por ver si resulta posible armar una coalición y si ésta va a estar en condiciones de hacer frente a esta nueva amenaza proveniente del Oriente Medio.

Referencia: Itongadol

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