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14 de diciembre de 2014

Construir una ciudad palestina sobre una colina



”Construir


Por Clifford D. May
Háganme caso en esto: la reconciliación entre palestinos e israelíes no se logrará en un futuro inmediato; no importa lo que digan o hagan los profesionales expertos en procesos de paz. Pero aquí, en Rawabi (Margen Occidental), es posible imaginar al menos un modesto avance hacia ese objetivo.

Rawabi, una ciudad proyectada por valor de 1.000 millones de dólares, que está siendo construida en las escarpadas colinas de la Margen Occidental, a unos 25 km al norte de Jerusalén, es la “mayor empresa acometida por el sector privado en la historia palestina”. Ofrecerá viviendas, trabajos en el sector tecnológico en un distrito de negocios completamente moderno, comercios, locales de ocio e instalaciones recreativas –incluido un enorme anfiteatro de estilo romano– para hasta 40.000 palestinos con ambición de prosperar.

Pero el motivo más importante que permite considerar a Rawabi un lugar para la esperanza es éste: su éxito depende de la coexistencia pacífica (no confundirla con un acuerdo de paz) entre palestinos e israelíes.

El cerebro que hay tras Rawabi es el de Bashar Masri, un visionario empresario palestino-norteamericano. Creo que es razonable deducir que para él ser propalestino no implica favorecer el uso de los palestinos como carne de cañón en una yihad para exterminar al Estado judío. Pero el dinero que hay tras Rawabi es, en su mayor parte, catarí, y la familia real de Qatar es uno de las principales fuentes de financiación de Hamás que, este verano, sin ir más lejos, sí que convertía a los palestinos en carne de cañón para la susodicha yihad.

Naturalmente, la Margen Occidental no está siendo gobernada por Hamás, sino por la Autoridad Palestina (AP), dominada por Fatah, una facción política liderada por Mahmud Abás. Hamás y Fatah son rivales que, periódicamente, tratan de ser socios.

En 2005, los israelíes, hasta el último soldado y colono, se retiraron de Gaza. Dos años después Hamás inició allí una guerra civil. Sus tácticas, que incluían arrojar a miembros de Fatah desde azoteas, demostraron ser útiles. Comenzó entonces a servirse del territorio para lanzar misiles contra poblaciones israelíes. Israel respondió con un bloqueo militar: alimentos, medicamentos, materiales de construcción… todo eso, y más, siguió entrando en Gaza, pero los israelíes trataron, no siempre con éxito, de evitar que misiles y otras armas iraníes llegaran a manos del movimiento islamista palestino.

Basándose en eso, los palestinos han asegurado que Israel sigue ocupando Gaza. La ocupación se emplea para justificar más ataques contra Israel, como los realizados este verano por Hamás. Es un razonamiento circular, pero la denominada “comunidad internacional” afirma que no lo ve así.

Hamás tiene la costumbre de lanzar misiles desde áreas densamente pobladas, de almacenar armas en colegios y de emplear hospitales como cuarteles militares. Eso contraviene claramente la legislación internacional. Además garantiza que se produzcan víctimas civiles y grandes daños materiales. La comunidad internacional responde indignándose… con Israel. No parece comprender que está animando a Hamás a emplear una y otra vez esa táctica. O puede que sí lo haga: malas relaciones públicas para los israelíes a cambio de muerte, pobreza y corrupción para los palestinos les parece un trato justo a muchos que se consideran a sí mismos propalestinos.

La guerra de este verano dejó a Hamás debilitada militarmente. Pero las encuestas muestran que sigue gozando de popularidad en Gaza y, es más, en la Margen Occidental, donde desde las mezquitas, escuelas y medios de comunicación se lleva mucho tiempo diciéndole a la gente que debe valorar sobre todo la resistencia contra Israel. Si mañana se celebraran elecciones y Abás se presentara frente a uno de los principales dirigentes de Hamás, como Ismail Haniye, es casi seguro que el actual presidente de la AP perdería.

No es que Hamás tenga interés alguno en los procedimientos democráticos. El Consejo Legislativo Palestino, dominado por Hamás y que tiene su sede en Gaza, fue elegido para un sólo período de cuatro años en 2006. Sus miembros no se han molestado en enfrentarse a las urnas por segunda vez. En cuanto a Mahmud Abás, fue elegido en 2005, lo que significa que está en el décimo de sus cuatro años de mandato.

Hace unos meses, agentes de la inteligencia israelí en la Margen Occidental descubrieron que Hamás tramaba un golpe contra Abás. Las Fuerzas Armadas israelíes destacadas en la Margen Occidental –las “fuerzas de ocupación”–arrestaron a decenas de miembros de Hamás. El propio rais lo ha reconocido. Sin embargo, él, y otros cargos de Fatah, siguen insistiendo en que la ocupación israelí de la Margen Occidental (y de Gaza) es el único obstáculo grave que impide la resolución del conflicto palestino-israelí. La comunidad internacional se muestra de acuerdo.

Si Hamás se hiciera con la Margen Occidental, sólo sería cuestión de tiempo que sus combatientes se enfrentaran con Israel. Como Rawabi es una ciudad edificada sobre una colina, sería un buen lugar desde el que disparar misiles contra los principales centros de población israelíes y contra su aeropuerto internacional. Suponiendo que el Estado judío respondiera al fuego con fuego, mil millones de dólares y años de duro trabajo se verían reducidos a escombros en cuestión de días.

Hamás lo consideraría una victoria. Justo después de la guerra de este verano, Haniye posó para una emblemática fotografía ante su casa de Gaza (o, mejor dicho, ante los escombros de lo que fuera su casa). Levanta dos dedos formando una v, se supone que en señal de victoria; desde luego, no en señal de paz.

Por ésta y otras razones, Rawabi es una empresa arriesgada. Pero por esas mismas razones merece ser apoyada, y no en menor medida por parte de los israelíes. Según Masri, tal apoyo no ha sido inmediato. Por ejemplo, las autoridades de Israel han retrasado la autorización para la principal acometida de agua. Ello ha retrasado la fecha de entrada de los primeros residentes, lo que, a su vez, ha provocado graves problemas de ingresos de caja.

En cuanto a la Autoridad Palestina, destinataria de un torrente de ayuda internacional, hace cinco años accedió a proporcionar 150 millones de dólares para construir las escuelas de Rawabi, una comisaría de policía y otros servicios públicos. Hasta ahora, según Bashar Masri, no ha llegado ni un céntimo.

Como se ha señalado, el conflicto palestino-israelí no va a concluir en un futuro inmediato. Pero es seguro que aquéllos que querrían ver su fin deberían apoyar a Rawabi incondicionalmente.

Foundation por Defense of Democracies

Referencia:elmed.io

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